
Cuando un perro nos deja, no se va del todo. Se queda en los recuerdos, en las fotos, en los pequeños detalles que siempre vamos a llevar con nosotros. Muchas familias me escriben para pedirme un retrato de su mascota fallecida, porque sienten que esa pintura se convierte en algo más que una imagen: es un recuerdo vivo, un homenaje hecho con cariño.
En este caso quiero contarte de una perrita negrita, de pelo ondulado, que siempre usaba un suéter rojo. Sus dueños querían verla así, como la recordaban en los días felices, sentada tranquila y con esa mirada llena de ternura. Yo pinté su retrato con todos esos detalles, cuidando cada pincelada para que transmitiera no solo cómo era por fuera, sino también lo que significaba para su familia.
Un retrato de mascota es especial porque nos ayuda a sentir que ellos siguen cerca. No es una foto más: es una obra de arte hecha a mano, con tiempo, paciencia y dedicación. Al verlo colgado en casa, la familia puede revivir momentos, sonreír al recordar anécdotas y sentir que, de alguna manera, su compañero fiel sigue acompañándolos.
Pinto cada retrato pensando en la historia detrás de la mascota. No importa si es un perro, un gato u otro animal, siempre hay una conexión única entre la persona y su amigo peludo. En el caso de las mascotas que ya partieron, la pintura se convierte en un homenaje lleno de amor.
Si tienes un perro que fue parte de tu vida y ahora ya no está, un retrato puede ayudarte a conservar ese recuerdo de forma especial. Puedo pintar a tu mascota tal como la recuerdas: con su juguete favorito, con la ropa que usaba, o simplemente con la expresión que la hacía única.
Mi objetivo siempre es el mismo: que al ver el retrato, sientas que tu perro vuelve a mirarte, y que el amor que compartieron quede plasmado para siempre en la pintura.
